De la manera mas atenta refiero estos comentarios que deseo abonen a nuestro desarrollo como embajadores del Reino de Dios.
Hno. Omar Díaz
COMENTARIOS INTERESANTES PARA PREDICADORES
JOSÉ GRAU
FRAGMENTO DE INTRODUCCIÓN
CURSO DE FORMACIÓN TEOLÓGICA EVANGÉLICA, TOMO I
EDITORIAL CLIE, 1973
«La teología debe ser una contemplación de los misterios de Dios en un espíritu de oración», ha escrito el pas¬tor Pierre Courthial. El quehacer teológico tiene que llevarse a cabo en una atmósfera de adoración.
La teología viene después de la fe y su función consiste en explorar la Palabra de Dios que ha suscitado esta fe; la teología es, en cierto modo, una continuación de la plegaria, un acto de acción de gracias en el que, como escribiera Calvino,
Cierto que la teología entraña investigación, pero dado el objeto de su estudio no puede ser nunca un simple ejercicio de la razón, sino una tarea en la que participe todo nuestro ser y en la que al trabajo meramente intelectual siga la adoración en espíritu y en verdad, propia de quienes son estudiantes de la Verdad divina. La meditación teológica debe producir —y fomentar— el encuentro con Dios, la comunión renovada incesantemente con El; de ahí que sea ejercicio de la fe tanto como de la razón, un instrumento al servicio de la comunidad creyente.
Con su principio de la autoridad soberana de la Escritura —SOLA SCRIPTURA— la Reforma devolvió a la teología su verdadero centro inspirador* Por desgracia, vino luego el Ingenuamente llamado
... La verdadera teología no es nunca mera teoría, o sim¬ple discurso, es siempre un don de Dios por su Palabra y su Espíritu; se trata de algo dinámico: la verdad de Dios, comunicada por su Revelación, que nos alcanza, nos penetra y nos renueva. Descubrir la verdad de Dios —este es, en el fondo, la misión de la teología— es encontrar, no simplemente conocer, a este mismo Dios. O dicho de otra manera, por el encuentro le conocemos y por el conocimiento le encontramos, y no hay otra salida: tengo que dejarle decir lo que El es, lo que quiere, lo que yo soy y lo que espera de mi.<>
La teología evangélica va a la Palabra para sacar todo su contenido y para poder, luego, exponerlo de manera consistente, ordenada y didáctica.
La teología evangélica no puede ser mas que una explicitación actual de la Revelación bíblica, un reflejo de la verdad revelada y eterna para las necesidades del pueblo de Dios en su peregrinaje histórico.
¿Es necesaria la Teología? Si hemos de crecer en la gracia y en el conocimiento de Cristo (2ª Pedro 3:18) —y resulta obvio que debemos anhelar este crecimiento— necesitamos de la Teología. Si somos embajadores en el nombre de Cristo (2." Corintios 5:19-20) —-y la encomienda evangelizadora (Mateo 28:19-20) va dirigida a todos los cristianos— es evidente que tenemos necesidad de la Teología.
Como embajadores en el nombre de Cristo, somos portadores del mensaje del Evangelio. Se impone un aprendizaje a fondo de este mensaje; un dominio profundo y amplio de la totalidad del mismo. Se exige, en suma, del embajador que conozca los documentos de los que es portador y portavoz. ¡Que impresión causaría un diplomático que no estuviera familiarizado con el contenido de la encomien¬da oficial de su gobierno? ¡Que embajada podría ejercer un tal funcionario? De la misma manera, es condición in¬dispensable para el cristiano el conocer más y mas la Sagrada Escritura en que llega hasta él el mensaje de su Señor.
... La ignorancia es la madre de la superstición, no de la devoción. Seremos instrumentos idóneos en el servicio del Señor solamente en la medida en que sepamos manejar «La espada del Espíritu que es la Palabra de Dios» (Efesios 6:17).
\ A. H. Strong escribe: «Nada anula más completamente los esfuerzos del predicador que la confusión y la inconsistencia de sus declaraciones doctrinales. Precisamente su tarea consiste en reemplazar lo oscuro y lo erróneo de los conceptos de sus oyentes por lo que es claro, veraz y vivido. Pero, no podrá cumplir fielmente esta labor sin co¬nocer los hechos de la Revelación divina, en su concatena¬ción lógica, en sus relaciones como partes de un todo y un todo en partes diversas.... En la oratorio del púlpito, la simple cita de textos bíblicos y los llamamientos fervorosos no son suficientes. Detrás de la declamación debe haber un sistema ordenado de pensamiento bíblico. Cierto que debemos despertar los sentimientos de los oyentes, debe¬mos conmover a las almas con el mensaje Salvador, pero esto sólo se logra de manera eficaz y bíblica mediante el conocimiento de la verdad: «Que se arrepientan para conocer la verdad» (2." Timoteo 2:25). El predicador debe procurar las bases del sentimiento, produciendo una convicción inteligente; debe instruir antes de conmover. Si el objetivo de la predicación estriba en dar a conocer, primero, a Dios, presentar las realidades divinas y todo lo tocante a la salvación del hombre, y, en segundo lugar, hacer que este Dios sea conocido, entonces deducimos que el estudio de la Teología es absolutamente necesario para realizar con éxito el trabajo del pulpito. ¡Practicará medicina quien no haya estudiado fisiología? ¿Quién ejercerá la abogacía sino el que sepa jurisprudencia? El predica¬dor necesita doctrina, para que no se vuelva un órgano estropeado, o un disco rayado, y para que no este dando siempre la misma nota. John H. Newman solía decir: «EI mal predicador es aquel que tiene que decir algo; el verdadero predicador es aquel que tiene algo que decir.»
A quienes opinan que la Teología acaso pueda ser conveniente pero no necesaria, el mismo teólogo responde: «Si todos los sistemas teológicos fueran destruidos hoy, mañana se levantarían otros en su lugar. Porque la sistematización teológica es una necesidad racional. Y tan inevitable es esta ley, que podemos comprobar fácilmente como aquellos que mas desprecian a la Teología se han hecho, ellos mismos, una Teología para su gusto; una Teología que, generalmente, es bien pobre y confusa. La hostilidad a la Teología —cuando no se origina en el temor de que sirva como excusa para oscurecer la verdad de la Escritura— precede, a menudo, del libertinaje intelectual que no quiere someterse a fronteras, es decir, a los límites que impone todo sistema bíblico completo. Lo que se dice de la filosofía vale también para la Teología: <> Los cristianos mas fuertes en la fe son aquellos que han dominado más profundamente las grandes doctrinas bíblicas; las épocas gloriosas de la Iglesia son aquellas que han producido los sistemas teológicos más completos y sistemáticos, índice y prueba de su estudio bíblico.,.. Hay un buen número de textos en la Biblia que presentan la verdad y el conocimiento de la misma estrechamente ligados y como el alimento pa¬ra el alma (Jeremías,3:15; Mateo 4:4; 1.a Corintios 3:1, 2; Hebreos 5; 14). La madurez cristiana se apoya sobre la verdad cristiana (1.a Corintios 3:10-15). Talbot Chalmers dijo; «Cierto que la doctrina sin la piedad es como un árbol sin frutos; pero la piedad sin la doctrina es como un árbol sin raíces,» El carácter cristiano es un fruto que crece solamente del árbol de la doctrina cristiana.
No podremos disfrutar por mucho tiempo de los frutos de la fe si no cuidamos las raíces del árbol y mucho menos si arrancamos el árbol del suelo donde hundía sus raíces* La inestabilidad doctrinal produce verdaderas catástrofes en la Iglesia y debilita su testimonio hasta convertirlo en inoperante. «EI cambio constante de credo —escribía Spurgeon— es el camino mas seguro para la perdición. Si trasplantamos un árbol dos o tres veces al año, no habrá necesidad de que preparemos grandes espacios para almacenar sus frutos.... No tendremos grandes predicadores si no tenemos grandes teólogos. No surgen grandes predicadores de mediocres estudiantes; el predicador que haya de conmover a las almas de manera autentica no será el que es superficial en sus estudios.
«El Espíritu Santo —prosigue Strong—nos invita a la comparación y a la armonización de las diferentes partes de la Escritura (1.a Corintios 2:13), a delinear todo lo que conduce al testimonio de Cristo (Colosenses 1:27), a predicar la Palabra en toda su plenitud tanto como en sus diferentes partes y sus debidas proporciones (2* Timoteo 4:2). Los pastores de las iglesias han sido llamados no solo a pastorear sino a enseñar también, puesto que se les llama maestros (Efesios 4:11); los que presiden deben ser aptos para la enseñanza (2.° Timoteo 3:2), capaces de exponer la Palabra de verdad (2.a Timoteo 2:15) porque todo siervo de Dios debe ser «retenedor de la Palabra tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen» (Tito 1:9)
La cita, aunque larga, vale la pena. Existe una pre¬vención, entre algunos hermanos de nuestras Iglesias evangélicas en España y Latinoamérica, en contra de la Teología. Ello se debe, seguramente, a que este vocablo siempre ha ido —en el subconsciente del cristiano evangélico hispano— asociado al nombre de algún pensador no demasiado ortodoxo y se supone que la Teología, en lugar de ser la ciencia de Dios, es casi la ciencia del diablo. Mas ya es hora de que nuestro pueblo evangélico de habla hispana llegue a su mayoría de edad espiritual. La compleja hora que nos toca vivir nos impone, cuando menos, esta exigencia.
Por otra parte, cuidado, no nos ocurra a nosotros los protestantes hispánicos, lo que le paso al personaje de la comedia de Moliere, «El burgués gentil hombre», quien cuando se enteró de que había dos posibles maneras de hablar —la prosa y la poesía— pregunto extrañado: «Entonces, ¿es que yo he estado hablando en prosa sin saberlo toda mi vida?»
Lo malo de hacer teología sin saberlo —como observa Strong en la cita apuntada— es que suele ser muy mala. Y queramos o no, estamos haciendo teología cada vez que abrimos la boca para hablar acerca de nuestra fe y de la Biblia.
No queremos significar que nuestros púlpitos tengan que convertirse en cátedras de Teología. No, no es esto. Como explicaba el Prof. Howard Osgood: «Un credo (y lo mismo vale para la Teología) es como la columna verte¬bral. Un hombre no tiene necesidad de estar pensando siempre en su columna vertebral; no debe tenerla en cuenta siempre. Pero tiene que tener una columna vertebral; la necesita ineludiblemente y, a ser posible, bien recta y fuerte; de lo contrario no podrá andar, se curvará, se tambaleará. Un cristiano sin credo (y sin Teología) vacilará igualmente y se arrastrará siempre dando Tumbos
Creo que fue Calvino quien dijo que la gran originalidad en Teología consistía en no pretender ser original.
JOSÉ GRAU
FRAGMENTO DE INTRODUCCIÓN
CURSO DE FORMACIÓN TEOLÓGICA EVANGÉLICA, TOMO I
EDITORIAL CLIE, 1973