Recientemente me llego esta fábula muy interesante, por ello con sumo respeto la comparto a todos. Me la envió un especial amigo: Rigoberto Santos, cristiano, trompetista y poeta a quien conocí en la blanca y limpia ciudad de Mérida, Yucatán, México
No se quién es el autor, pero tú eres el elegido para leerlo, saca tus reflexiones del caso.
Había una vez una rosa roja muy bella, se sentía de maravilla al saber que era la rosa más bella del jardín. Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la veía de lejos. Se dió cuenta que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro, y que era por eso que nadie se acercaba a verla de cerca.
Indignada ante lo descubierto le ordenó al sapo que se fuera de inmediato; el sapo muy obediente dijo:
- Está bien, si así lo quieres.
Poco tiempo después el sapo pasó por donde estaba la rosa: y se sorprendió al ver la rosa totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos. Le dijo entonces:
- Vaya que te ves mal. ¿Qué te pasó?
La rosa contestó:
- Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a día, y nunca pude volver a ser igual.
El sapo solo contestó:
- Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por eso siempre eras la más bella del jardín.
Moraleja:
Muchas veces despreciamos a los demás por creer que somos más que ellos, más bellos o simplemente que no nos "sirven" para nada.
Dios no hace a nadie para que esté sobrando en este mundo, todos tenemos algo que aprender de los demás o algo que enseñar, y nadie debe despreciar a nadie. No vaya a ser que esa persona nos haga un bien del cual ni siquiera estemos conscientes y por menospreciarla ya no recibamos sus beneficios.
1 comentarios:
¡Qué bonita historia! Creo que nos hace reflexionar, porque muchas veces no estamos contentos como Dios nos tiene. Como decimos en mi vecindario: Dios usa aún al mismo diablo para conseguir sus propósitos. Dios bendiga a todos.
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